3 de enero de 2011

Un mal año para el planeta

MEDIO AMBIENTE  | Catástrofes naturales y vertidos contaminantes en 2010

El vertido de petróleo en el Golfo de México fue el más grave de la historia.| AFP


Teresa Guerrero | Madrid
Actualizado viernes 31/12/2010 06:09 horas

Difícilmente el año pudo comenzar de peor manera. Un devastador terremoto sacudió Haití, uno de los países más pobres del mundo, provocando unos 300.000 muertos. Poco después los chilenos sufrieron uno de los seísmos más graves registrados en la historia, al que siguieron otros graves terremotos en Turquía, China, México, Afganistán, Irán y Nueva Zelanda.

El petróleo tiñó de negro las aguas del Golfo de México durante meses, marcando un nuevo récord en el registro de los vertidos más graves. La rotura de una balsa de residuos de aluminio en octubre cubrió de barro rojo varias poblaciones húngaras y amenazó los ecosistemas del Danubio.

En verano, Rusia se convirtió en una hoguera al mismo tiempo que Pakistán se enfrentaba a las peores inundaciones en décadas.

El tráfico aéreo sufrió situaciones inéditas hasta ahora. La erupción de un volcán islandés en abril y las fuertes nevadas en Europa y EEUU en diciembre dejaron a millones de pasajeros atrapados en los aeropuertos.

Mientras tanto, las reuniones políticas celebradas para frenar la pérdida de especies -2010 ha sido el año internacional de la biodiversidad- así como la cumbre de Cancún sobre Cambio Climático en diciembre lograron escasos avances. Tras dos semanas de reuniones, los políticos que acudieron a Cancún alcanzaron un modesto acuerdo para reducir las emisiones contaminantes, haciendo muy difícil que pueda cumplirse el objetivo de intentar que la temperatura no aumente más de dos grados a finales de siglo para prevenir graves desastres naturales en el futuro.

2010 ha sido también uno de los tres años más calurosos desde que existen registros, y pone fin a la década más cálida de la historia.

Aquí va el resumen de 12 meses ricos en catástrofes ambientales en los que la naturaleza nos ha vuelto a recordar lo vulnerables que seguimos siendo ante ella: http://www.elmundo.es/elmundo/2010/12/29/ciencia/1293644218.html

19 de diciembre de 2010

Organización Mundial de Comercio de Carbono

La Jornada, México, 18 de diciembre 20

Silvia Ribeiro*

Este diciembre, Cancún fue el escenario de un costoso evento para beneficiar a las trasnacionales y gobiernos más contaminantes. Por los resultados y la dinámica antidemocrática, se podría pensar que fue una reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC), como la de 2003, donde el campesino coreano Lee Kyoung-Hae se inmoló para mostrar la injusticia que significan estos tratados. Pero fue una reunión del Convenio de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, de facto convertido en una nueva Organización Mundial de Comercio de Carbono. Los muertos los sigue poniendo el Sur global.
Los países más contaminantes y sus grandes industrias –los que más han emitido gases de efecto invernadero y lucran enormemente con ellos, devastando el planeta de todos– consiguieron lo que se proponían y más: rompieron cualquier compromiso vinculante de reducir emisiones; no establecieron ninguna meta de reducciones; crearon un fondo climático que será administrado por el Banco Mundial; legalizaron nuevos mecanismos de mercado, incluidas las peores versiones de REDD (eufemísticamente llamado Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques) que abre a una ola planetaria de privatización de bosques y expulsión de comunidades, además de ser un gran aliento a la especulación financiera. También lograron un comité de tecnología a su gusto, que eliminó las referencias a las barreras que constituyen las patentes para el Sur y da amplia participación a las trasnacionales y la industria para imponer sus tecnologías. Los derechos indígenas y campesinos, la participación de sociedad civil no comercial, son mencionados decorativamente, sin efecto real.

Si esto fue una negociación ¿qué recibió el Sur global por tanta concesión? La respuesta es sorprendente: nada. Sólo promesas vacías, sin valor jurídico, sobre movilizar fondos, reconocer la necesidad de reducir emisiones, abrir procesos, evaluar en futuros igualmente inciertos. Mientras los países históricamente más contaminantes no hacen ningún compromiso de reducción, ahora los países del Sur tienen que informar sobre sus reducciones. Eso no está mal, pero la injusticia es evidente.

O sea, lo que se plasmó en Cancún fue la voluntad irrestricta de Estados Unidos y la aplicación del espurio entendimiento de Copenhague, con esteroides: todo lo que querían los causantes de la crisis climática y nada para las víctimas.

Para entender mejor lo que pasó, hay que leer las comunicaciones oficiales al revés: donde dice consenso, léase desacuerdo, donde dice multilateralismo, léase negociaciones secretas entre algunos, donde dice reconocemos la necesidad de reducir las emisiones, léase los países del Norte no volveremos a firmar compromisos vinculantes de reducción, donde dice proteger los bosques léase privatizarlos, donde dice recuperamos la confianza, léase recuperamos los créditos que pagará el público y aumentamos las indulgencias de carbono, donde dice transferencia de tecnología, léase jamás evitarán el pago de patentes en la tecnología que venderemos al Sur, basada en sus recursos y subsidiada por ellos mismos, donde dice progreso leáse avance de mecanismos de mercado e inyección de optimismo al mercado financiero especulativo.

La lista es larga y falta que donde dice democracia y participación, debe leerse censura y represión, de lo cual varias redes de organizaciones por la justicia ambiental e indígenas presentes en Cancún pueden dar testimonio.

La presidencia de México en el Convenio se encargó de gestionar este resultado, con una dinámica igual a la de la OMC: llamando a grupos de delegados por separado, elegidos por la propia presidencia, a negociaciones ocultas, fragmentarias y nunca en pleno, manipulando debilidades y deseos, confrontando selectivamente a países o regiones entre sí, prometiendo quién sabe qué recursos. Finalmente presentó, tardíamente para no dar tiempo a consideración real en plenario –donde todos podrían ver todo–, un documento final no solicitado por los órganos del convenio y como reclamó Bolivia, con la opción tómelo o tómelo.

No se convocó al pleno para decidir sobre esta propuesta, sino a una reunión informal con la presidenta donde se puso a la mesa como paquete completo y cerrado. La presidencia mexicana destacó por hechos insólitos en Naciones Unidas: en lugar de aplacar la porra de aplaudidores que curiosamente tuvo acceso masivo a las reuniones finales –aunque todas las otras sesiones fueron fuertemente limitadas a los observadores–, la presidenta se sumó a los aplausos y expresiones de disgusto con posiciones discrepantes –solamente planteadas por Bolivia– algo totalmente fuera de lugar para la presidencia de una reunión multilateral. En la misma tónica, decidió unilateralmente que la objeción argumentada por Bolivia no necesitaba ser tomada en cuenta, arguyendo arbitrariamente que no era necesario el consenso para decidir, lo cual es una violación flagrante de las reglas del Convenio. Sería como afirmar, digamos, que se puede tener la presidencia sin ganar las elecciones.

Apelar a que no se necesita consenso, es paradójico en el caso de México, que estando solo en sus posiciones en el Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad, también de ONU, ha usado repetidamente el recurso de decidir por consenso, para impedir por ejemplo, acordar normas para etiquetar claramente los transgénicos. Allí igual que ahora, fue para defender los intereses de las trasnacionales y de Estados Unidos. Bolivia en cambio, defendió en Cancún con dignidad y valentía los intereses de los pueblos, expresados por más de 35 mil participantes en la Cumbre de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra realizada en Cochabamba. Los movimientos y organizaciones sociales lo saben y rendirse no está en la agenda.

*Investigadora del Grupo ETC

13 de diciembre de 2010

Una lectura de los resultados de Cancún

 - - Servicio Informativo "Alai-amlatina" - - -

Elizabeth Peredo Beltrán*

ALAI AMLATINA, 13/12/2010.- Para muchos el Acuerdo de Cancún es positivo, probablemente porque es mas fuerte la necesidad de mantener la idea de que “hubo algún resultado” que analizar verdaderamente el contenido y las consecuencias del mismo.

Para nosotros y nosotras, quienes nos identificamos con los postulados de la justicia climática y los contenidos del Acuerdo de los Pueblos, es un texto que en sencillas palabras mantiene la esencia del Entendimiento de Copenhagen dejando en la ambigüedad los aspectos más vitales de un acuerdo climático basado en la ciencia y la equidad que esté a la altura de las necesidades actuales que plantea la crisis del planeta.

El acuerdo no establece compromisos vinculantes, empodera al Banco Mundial abriendo la posibilidad de mayor privatización, endeudamiento y condicionalidades, establece fondos insuficientes para responder a los impactos del calentamiento global y sus medidas de adaptación y arriesga a la humanidad a una elevación de temperatura promedio por encima de los 2º.

Cuando la gente demandaba un acuerdo efectivo en Cancún, no hablaba de un acuerdo a cualquier costo. Esa no era la idea. Lejos de avanzar para responder con responsabilidad al cambio climático, se ha entregado abiertamente al “capitalismo salvaje” y sus instituciones la gestión de una crisis de grandes dimensiones que compromete la vida de millones de personas.

Aunque el resultado se postula como la salvación del multilateralismo, paradójicamente pone en vigencia el formato de “compromisos voluntarios” que es el “corazón” del Acuerdo de Copenhagen y arriesga a que en el futuro –como dijimos antes- los argumentos de la “urgencia” y la debacle del planeta ante el cambio climático justifiquen ya cualquier salida, mejor si autoritaria, mejor si mercantil, mejor si excluyente, mejor si sólo mantiene el statu quo de las élites. Es decir, adiós al multilateralismo.

La voluntad de miles de personas empeñadas en avanzar con la justicia climática, la justicia social y el equilibrio con la naturaleza fue burlada en un acuerdo pobre, que ni siquiera buscó clarificar los contenidos específicos de las metas de reducción y sin asegurar la vigencia del segundo período del Protocolo de Kyoto que tiene el mérito de establecer responsabilidades y compromisos diferenciados entre países desarrollados y en desarrollo.

En ese “clima” de engañoso consenso, las posiciones de principio, que reclamaron un acuerdo justo basado en la evidencia de la ciencia y en la necesidad de honrar la deuda climática acabaron siendo juzgadas como ¨radicales”. Ahora resulta que es “radical” respetar los principios de la Convención, que las responsabilidades históricas pasaron de moda, que la urgencia que demanda la ciencia es incongruente.

Mientras tanto la primera semana de la COP 16 el Foro Mundial de Vulnerabilidad lanzaba un informe que reporta que en 2010 al menos 350.000 personas han muerto por impacto directo del cambio climático y que en 2030 podríamos estar hablando de 1.000.000 de muertes en el mundo. Ya estamos hablando de un genocidio y no hay término más apropiado que éste pues esas muertes no son fruto de un castigo que cae del cielo, son fruto de la acumulación de emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera desde principios de la era industrial, que se ha agudizado desde hace unas 4 décadas y que bajo la Convención y el Protocolo de Kyoto y los reportes científicos del IPCC tiene responsables con nombre y apellido. Nosotros exigimos a los gobiernos que digan la verdad, que expliquen a sus pueblos las consecuencias del cambio climático, las promesas de un futuro seguro no son suficientes, lo que cuenta ahora son los hechos y las medidas reales para parar esta destrucción.

Muchos ahora se rasgan las vestiduras afirmando que los que más contaminan hoy son los países emergentes, que para nosotros no son ningún modelo, y que en el futuro los mayores contaminadores serán los países en desarrollo y argumentan que eso quita vigencia a los acuerdos de NNUU sobre el clima. Pero es fácil ahora acusarlos sin mencionar la deuda histórica ni los negocios que las empresas de occidente hacen en esos países aprovechando las condiciones favorables a sus intereses y la mano de obra barata que existe en esos países. Son precisamente las profundas asimetrías y el uso de las leyes del capital como las de propiedad intelectual y las reglas de inversión las que han facilitado a estos países ubicarse a años luz en tecnologías y matrices energéticas de bajo carbono.

Eso es lo que está en juego en las negociaciones, pero se prefiere mostrar una cáscara frágil para mantener el adormecimiento y la cultura de la impunidad que nos consume.

Los impactos los viviremos con mayor vulnerabilidad en los países del sur y, como siempre, serán los pueblos los que van a poner el hombro, siempre lo hacen, así como en Europa los trabajadores están sufriendo los impactos del ajuste perdiendo sus derechos laborales, así como los estudiantes europeos ven cada vez menores sus posibilidades y derechos de educación, así como los inmigrantes estan sobrellevando la hostilidad, así como las mujeres cuidan de la vida, así como los pueblos indígenas defienden sus territorios, así como los miles de damnificados por las inundaciones y sequías están luchando por sobrevivir.

La solución está en los pueblos, y me atrevo a decir que la agenda propuesta por el Acuerdo de los Pueblos ha planteado una línea de trabajo fruto de una acumulación de luchas de experiencia y propuesta, es un espacio que con mayor legitimidad se atrevió a decir la verdad.


Nos queda hoy construir solidaridad para enfrentar la crisis y proteger a los más vulnerables, mantener la digna lucha por la justicia climática y terminar con la lógica de la impunidad.

 
*Elizabeth Peredo Beltrán es directora de la Fundación Solón, Bolivia.

Más información: http://alainet.org