27 de octubre de 2009

Visión de Greenpeace sobre la COP15

Entrevista de VIDAS VERDES a Gustavo Ampugnani
Martes 27 de octubre de 2009

Aquí les presentamos la opinión de Greenpeace a través de Gustavo Ampugnani, Coordinador Político para América Latina de Greenpeace Internacional, quien nos da nuevas luces acerca del panorama mundial, adelante Gustavo:

Gracias Jorge por el espacio, estamos a menos de 40 días de la Cumbre del Clima de Copenhague y el panorama de las negociaciones no es alentador. Al menos, el resultado de lo que podríamos esperar de esa reunión es de total incertidumbre.

El mes pasado hubieron dos reuniones de gran importancia donde muchos esperábamos ver una mayor descompresión de la tensión acumulada en los casi dos años de negociaciones sobre la segunda fase de implementación que le dé continuidad al Protocolo de Kioto después de 2012. Dicha fase, consideramos, debe comprometer a los gobiernos del mundo a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de forma tal que el aumento de la temperatura global del planeta esté lo más abajo de los 2 grados centígrados. Esta necesidad de no llegar a los 2 grados es una especie de línea de fuego que divide al mundo entre un escenario de fuertes impactos derivados del cambio climático, de otro de un cambio climático catastrófico o punto de no retorno.

Tanto en la reunión del G-20 como en la reunión preparatoria de Bangkok, los indicadores de lo que podemos esperar en diciembre próximo no son prometedores. En Pittsburgh, las 20 economías más grande del mundo fallaron en hacer coincidir la retórica del discurso sobre el cambio climático con las acciones que requiere enfrentarlo. No bastó que sólo días antes, en el seno de Naciones Unidas, los jefes de estado reconocieran la señal de alarma que los impactos del cambio climático nos envía diariamente... el G-20 no tomó ninguna decisión sobre el financiamiento de las medidas de adaptación, de protección de los bosques, o para detonar la adopción masiva de las energías renovables en los países en desarrollo. Si bien es bienvenido el acuerdo de quitar progresivamente los subsidios a los combustibles fósiles en el "mediano plazo", dicho anuncio no estuvo acompañado de fechas precisas, las cuales debieran ser dadas a conocer en la próxima reunión de este grupo.

Por otro lado, entre fines de septiembre y principios de octubre se llevó a cabo en Bangkok la cuarta reunión preparatoria -de 5- de la Cumbre de Copenhague. Allí todos los países miembros de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, así como las Partes del Protocolo de Kioto convergieron con el mandato de avanzar en las negociaciones del futuro acuerdo climático, que debería aplicarse a partir de 2013. Lo más destacado de dicho encuentro fue el compromiso de Noruega de reducir 40% sus emisiones en 2020, con respecto al año base en 1990. Sin embargo, esta buena noticia no pudo relajar la atmósfera en el salón de plenarias. La propuesta de Estados Unidos de medir con la misma vara a todos los países a la hora de discutir los elementos comunes de mitigación, generó un malestar comprensible en los países en desarrollo nucleados en el G-77 y China. Hacer tabla rasa sobre la responsabilidad de cada país sobre el cambio climático sólo evitaría, nuevamente, que los países industrializados tomaran medidas drásticas para reducir sus emisiones y pretendieran imponer esfuerzos iguales a todos los países.

Para Greenpeace, el esfuerzo de mitigación o reducción de emisiones de CO2 debe ser diferenciado. Para 2020, los países desarrollados -como grupo- deben recortar de forma legalmente vinculante sus emisiones en al menos un 40% como respecto a 1990. Los países en desarrollo, adoptar acciones nacionales para desviarse entre un 15-30% de la tendencia de crecimiento en sus emisiones para el mismo año. Estas medidas, junto a detener la deforestación a nivel mundial para 2020, harían que el mundo alcance su pico de emisiones en 2015 para luego disminuir acentuadamente a fin de evitar llegar a la línea de fuego de los 2 grados.

Lo anterior es lo mínimo que podemos esperar para considerar el resultado de Copenhague como un éxito. Menos que sería entendido como un fracaso en el intento de llevar al mundo por la senda de un crecimiento económico desacoplado de los combustibles fósiles y ambiental y socialmente sostenible a largo plazo.